A new ProZ.com translation contests interface is currently in development, and a preview contest is underway. Click here to visit the new interface »

Previous ProZ.com translation contests

Italian » Spanish - 7 entries


“Quasi come Stalingrado” by Angela Arnone 305 words
Ho perso il conto del tempo che siamo stati nascosti qui, tra gli scarti di fieno puzzolente e tanfo di umanità sporca e spaventata. E’ da poco passato Natale e l’abbiamo passato in questa stalla, insieme ai compaesani affamati, tremanti di freddo e paura. Quasi come Gesù Bambino, solo che almeno lui aveva un bue e un asinello che lo scaldavano con l’alito. Noi manco quelli. Gli asini se li sono portati via i militari, per trasportare il trasportabile, anche il corredo di mamma; i buoi … non ci vuole molto per capire che fine hanno fatto, già da tempo, anche i più tosti da masticare.
Al buio crepato dal fioco chiarore mattutino, accucciata alla mia schiena per scongiurare il gelo, mia sorella Teresina mormora «Checchina … sei sveglia?» Sussurra, come siamo ormai abituate a fare, per renderci il più trasparenti possibile, ragazze ombra che si fanno forza solo per proteggere una madre vedova e tre fratelli più piccoli, anche se non sono sicura di quale protezione potremmo mai offrire.
«Si, sono sveglia, ma taci o svegli tutti e incominciano con le lagne per la fame e chi li sente … ».
«Hai ragione, ma c’è qualcosa che non va … non riesco a capire … ».
«Teresì, c’è la guerra, cosa vuoi di più?»
«Ma no, ascolta bene … »
Tendo le orecchie. Nella penombra scorgo le sagome dei poveracci che hanno perso tutto in pochi mesi, traditi da re e ragion di stato. Sento solo il respiro angosciato di chi copre la testa con le braccia in un gesto istintivo, per allontanare quell’incubo che è la nostra quotidiana realtà: colpi di cannone che rimbombano, mitragliatrici che sferragliano, bombe che ululano, carri armati che fanno tremare la terra prima che li si vedano arrivare.
E ascoltando bene, mi rendo conto che la guerra tace.

The winning and finalist entries are displayed below.To view the like/dislike tags the entries received simply click on the "view all tags" link on the right hand corner of each entry.

You can leave your feedback for this pair at the bottom of the page.

Congratulations to the winners and thanks to all the participants!






Entry #1 - Points: 37 - WINNER!
View all tags
He perdido la cuenta del tiempo que hemos estado escondidos aquí, entre desechos de heno maloliente y hedor de humanidad sucia y asustada. Hace poco fue Navidad y la pasamos en este establo, junto con otros campesinos hambrientos y trémulos de frío y de miedo. Casi como el Niño Jesús, sólo que él al menos tenía un buey y un burro que le daban calor con su aliento. Nosotros, ni siquiera eso. Los burros se los llevaron los militares, para transportar lo transportable, incluido el ajuar de mamá; los bueyes... no cuesta mucho entender adónde fueron a parar, ya hace tiempo, hasta los más duros de masticar.
En la oscuridad agrietada por el tenue resplandor matutino, acurrucándose contra mi espalda para conjurar el frío, mi hermana Teresina murmura: «Checchina... ¿Estás despierta?» Susurra como solemos hacer para resultar lo más transparentes posible, sombras de muchachas que se dan valor sólo para proteger a una madre viuda y a tres hermanos menores, aunque no sé bien qué protección podríamos ofrecer jamás.
«Sí, estoy despierta, pero calla, o despiertas a todos y empiezan con las quejas de hambre, y quién los aguanta...»
«Tienes razón, pero hay algo que no va... No logro entender...»
«Teresì, estamos en guerra, ¿qué más quieres?»
«Pero no, escucha bien...»
Aguzo el oído. En la penumbra diviso los perfiles de los pobres que han perdido todo en pocos meses, traicionados por el rey y la razón de estado. Oigo sólo la respiración angustiada de quien se cubre la cabeza con los brazos en un gesto instintivo, para ahuyentar la pesadilla de lo que es nuestra realidad cotidiana: disparos de cañón que retumban, ametralladoras que rechinan, bombas que ululan, carros armados que hacen temblar la tierra antes de que se los vea llegar.
Y, escuchando bien, advierto que la guerra calla.
¡Felicitaciones Cecilia!



Entry #2 - Points: 27
View all tags
He perdido la cuenta del tiempo que llevamos escondidos aquí, entre los restos de heno maloliente y el hedor a humanidad sucia y asustada. Hace poco que ha sido Navidad y la hemos pasado en este establo, con nuestros paisanos hambrientos, temblando de frío y de miedo. Casi como el niño Jesús, solo que él por lo menos tenía un buey y un burrito que le calentaban con sus alientos. Nosotros ni siquiera eso. Los militares se han llevado los burros para transportar todo lo transportable, incluido el ajuar de mamá; los bueyes... no hace falta mucho para entender qué ha sido de ellos, ya desde hace tiempo, incluso de los más duros de masticar.
En la oscuridad rasgada por la tenue claridad de la mañana, acurrucada en mi espalda para ahuyentar la helada, mi hermana Teresina murmura: "Checchina...¿estás despierta?" Susurra, como ya nos hemos acostumbrado a hacer, para hacernos lo más transparentes posibles, chicas sombra que se dan fuerzas solo para proteger a una madre viuda y a tres hermanos más pequeños, aunque no estoy muy segura de qué protección podríamos ofrecerles.
"Sí, estoy despierta, pero calla, que los vas a despertar a todos y luego empiezan a quejarse de hambre y a ver quién los aguanta...".
"Tienes razón, pero algo no va bien... no lo entiendo...".
"Teresì, estamos en guerra, ¿qué más quieres?
"No, no, escucha con atención..."
Abro bien los oídos. En la penumbra distingo las siluetas de aquellos pobres que lo han perdido todo en pocos meses, traicionados por rey y razón de estado. Oigo solo la respiración angustiada de quien se cubre la cabeza con los brazos en un gesto intuitivo, para alejar esa pesadilla que es nuestra realidad cotidiana: cañonazos que retumban, ametralladoras que rechinan, bombas que ululan, tanques que hacen que tiemble la tierra antes incluso de que se les vea llegar.
Y, escuchando atentamente, me doy cuenta de que la guerra calla.




Entry #3 - Points: 26
View all tags
He perdido la noción del tiempo que llevamos escondidos aquí, entre los desechos de heno maloliente y el hedor de humanidad sucia y atemorizada. Hace poco fue Navidad y la pasamos en este establo, junto a nuestros compatriotas hambrientos, temblando de frío y de miedo. Casi como el Niño Jesús, aunque éste al menos tenía un buey y un burro que le daban calor con su aliento. En cambio nosotros no los tenemos. A los burros se los llevaron los militares para transportar todo lo que se podía transportar, hasta el ajuar de mamá; y los bueyes… bueno, no cuesta mucho deducir cómo terminaron y desde hace rato, incluso los más duros de masticar.
Al despuntar el alba con una luz tenue, agachada contra mi espalda como para que el frío helado se esfume, mi hermana Teresita murmura: «Checchina, ¿estás despierta?» Susurra, costumbre que hemos tomado para volvernos lo más transparentes posible, muchachas fantasmas que resisten sólo para proteger a una madre viuda y a tres hermanos menores, si bien no estoy segura del tipo de protección que podríamos brindarles en este momento.
―Sí, estoy despierta, pero cállate o despertarás a todos y luego vienen los lamentos por el hambre y quién los aguanta...
―Tienes razón, pero hay algo que no está bien… no logro entenderlo…
―Teresa, estamos en guerra, ¿qué pretendes?
―Pero no, escucha bien…
Agudizo el oído. En la penumbra, alcanzo a ver la silueta de los pobres diablos que en pocos meses han perdido todo, traicionados por rey y razón de Estado. Siento solamente la respiración angustiada de alguien que instintivamente se cubre la cabeza con el brazo, intentando espantar aquella pesadilla en la cual se ha convertido nuestra realidad cotidiana: el estruendo de los cañonazos, las ráfagas de las ametralladoras, el aullido de las bombas, los tanques de guerra que a su paso hacen temblar la tierra antes siquiera de que uno pueda verlos.
Y al prestar atención, me doy cuenta de que la guerra guarda silencio.



Entry #4 - Points: 11
View all tags
He perdido la cuenta del tiempo que llevamos aquí escondidos, detrás del descarte de heno hediondo y tufo a humanidad mugrienta y asustada. Hace poco fue Navidad y la pasamos en este establo, en compañía de famélicos compatriotas, temblando de frío y miedo. Casi como el Niño Jesús, sólo que al menos él tenía un buey y un asno que lo abrigaban con su aliento. Nosotros no. Los asnos se los habían llevado los militares, para transportar lo transportable, hasta el ajuar de mamá, los bueyes…no hace falta pensar mucho para darse cuenta de cuál había sido su destino, hasta el más duro de masticar ya había pasado a la historia.
En medio de la oscuridad quebrada por el débil resplandor matutino, acurrucada contra mi espalda para no congelarse, mi hermana Teresina murmura: “Checchina…¿estás despierta?” Susurra, como ya era nuestra costumbre en estos tiempos, para pasar lo más desapercibidas posible, como sombras que se esfuerzan por proteger a una madre viuda y tres hermanos muy pequeños, aunque sinceramente ya no sé qué clase de protección podemos ofrecer.
“Sí, estoy despierta, pero cállate o vamos a despertar a todos y entonces van a empezar las quejas por el hambre y si los escuchan…”
“Tienes razón, pero hay algo que no me cuadra…no puedo entender…”
“Teresi, estamos en guerra, te parece poco?”
“Pero no, escucha bien…”
Aguzo mis oídos. En la penumbra vislumbro las siluetas de los pobres desgraciados que han perdido todo en pocos meses, traicionados por el rey y la razón de estado. Siento sólo la respiración angustiada de quien se cubre la cabeza con el brazo en un gesto instintivo, para alejarse de esta pesadilla que se ha convertido en nuestra realidad cotidiana: cañonazos estrepitosos, ametralladoras rechinantes, el aullido de las bombas, tanques que hacen temblar la tierra mucho antes de que puedas vislumbrarlos.
Y prestando atención, me doy cuenta que la guerra calla.



Entry #5 - Points: 9
anonymousView all tags
He perdido la cuenta del tiempo que hemos estado aquí escondidos, entre los desechos de heno maloliente y el tufo de una humanidad sucia y asustada.  Hace poco fue la Navidad y la hemos pasado en este establo, junto a los famosos paisanos, temblorosos de frío y miedo. Casi como el Niño Jesús, solo que al menos él tenía un buen y un asno que lo calentaban con su aliento. A nosotros nos faltan. Los militares se han llevado los asnos para transportar lo transportable, incluso el mobiliario de mi madre; los bueyes... no es difícil entender que fin ha ntenido, desde hace un buen tiempo, incluso los más duros de roer.
Con la oscuridad resquebrajada por el tenue resplandor matutino, echada sobre mi espalda para evitar la helada, mi hermana Teresina murmura «Checchina … ¿estás despierta?» Susurra, come estamos casi acostumbradas a hacer, para vovlernos lo más transparente posible, muchachas de sombra que reúnen fuerzas sólo para proteger a una madre viuda y a tres hermanos más pequeños, aun cuando no estoy segura de qué protección podríamos brindarle.
«Sí, estoy despierta, pero cállate o despertarás a todos y comenzarán a quejarse del hambre y quien los oye...».
«Tienes razón, pero hay algo que no me cuadra...no logro entender ...».
«Teresì, es la guerra, ¿qué más quieres?»
«No, no, escúchame bien... »
Soy toda oídos. En la penumbra diviso las siluetas de los pobres que lo han perdido todo en pocos meses, traicionados por el rey y las razones de estado. Sólo siento la respiración agitada de quien se cubre la cabeza con los brazos en un gesto instintivo, para alejar esa pesadilla que es nuestra realidad cotidiana: golpes de cañón que retumban, ametralladoras que rechinan, bombas que ululan, carros armados que hacen temblar la tierra antes de que se los vea llegar.
Y escuchando bien, me doy cuenta que la guerra calla.




Entry #6 - Points: 5
View all tags
He perdido la cuenta del tiempo en que hemos estado escondidas aquí, entre los deshechos de heno malolinete y hedor de humanidad sucia y asustada. Navidad hace poco ha transcurrido y la hemos pasado en aquel establo, junto a los compaisanos hambrientos, estremecidos por el frío y el miedo. Casi como el niño Jesús, solo que almenos él tenía un buey y un burrito que lo calentaban con el aliento. Nosotros ni siquiera éstos. Los militares se llevaron los burros, para transportar lo transportable, también el ajuar de mamá; los bueyes ... no se necesita demasiado tiempo para imaginarse del que fin han tenido, ya desde hacía mucho tiempo, hasta los más escuálidos.
Al oscurecer agrietado por el ampo del claro matutino, acurrucada en mi espalda para defenderse del hielo, mi hermana Teresita murmura Susurra, como ya estamos acostumbradas a hacerlo, para resultar lo más invisibles posible, chicas fantasmas que se dan fuerza sólo para proteger a una madre viuda y a tres hermanos más pequeños, aunque no estoy muy segura de cual protección podríamos ofrecerles.
.
.


Ensancho las orejas. En la penumbra percibo las sombras de los desgraciados que han perdido todo en pocos meses, traicionados por un rey y por las razones del estado. Siento sólo el respiro angustiado de quien se cubre la cabeza con los brazos con un gesto instintivo, para alejar aquella pesadilla que existe en nuestra realidad cotidiana: explosiones de cañones que retumban, metralletas que traquetean, bombas que gritan, tanques que hacen tamblar la tierra antes de que se los vea llegar.
Y escuchando bien, me doy cuenta de que la guerra enmudece.



Entry #7 - Points: 4
View all tags
He perdido la cuenta del tiempo que llevamos aquí escondidos, entre los deshechos de heno maloliente y la peste de gente sucia y asustada. Hace poco que quedó atrás la Navidad, y la hemos pasado en este establo, junto con los campesinos muertos de hambre, que tiemblan por el frío y el miedo. Casi igual que el Niño Jesús, sólo que por lo menos Él tenía un buey y un burro que lo calentaban con su aliento. Nosotros no. A los burros se los llevaron los militares, para transportar todo lo transportable, incluido el ajuar de mamá; los bueyes... no es difícil adivinar qué fue hace ya tiempo de ellos, incluso de los más duros de masticar.
En la oscuridad rota por el ronco resplandor matutino, acostada contra mi espalda para evitar congelarse, mi hermana Teresina murmura "Checchina... ¿estás despierta?". Susurra, como ya nos hemos acostumbrado a hacer, para hacerse lo más transparente posible. Somos chicas invisibles que se apoyan la una sobre la otra para proteger a una madre viuda y a tres hermanos más pequeños, aunque no estoy segura de qué protección podremos darles.
"Sí, estoy despierta, pero calla o despertarás a todos y comenzarán a quejarse del hambre, y a ver quién les aguanta…"
"Tienes razón, pero hay algo que va mal… no entiendo el qué…"
"Teresì, estamos en guerra, ¿qué más quieres?".
"No, escucha bien…".
Presto atención. En la penumbra vislumbro las siluetas de los pobres que han perdido todo en pocos meses, traicionados por el rey y por la razón del Estado. Tan sólo siento la respiración angustiada de quienes se cubren la cabeza con los brazos en un gesto instintivo, con la intención de alejar esta pesadilla que es nuestra realidad cotidiana: golpes de cañón que rimbomban, ametralladoras que traquetean, bombas que
aúllan, tanques que hacen temblar la tierra antes de que se les vea llegar. Y escuchando bien, me doy cuenta de que la guerra ha callado.



« return to the contest overview



Translation contests
A fun way to take a break from your normal routine and test - and hone - your skills with colleagues.